miércoles, 23 de septiembre de 2009

Barrotes de la prisión de cristal

Nos trazamos metas, nos esforzamos por cumplirlas, por llegar a ser lo que se espera que seamos, lo que nosotros mismos esperamos ser! Días y noches en vela, sin descanso, con la mente a punto de estallar, mientras otra parte de nuestro ser nos hace seguir. Y en medio de esa guerra, avanzamos.

Los esfuerzos que uno hace, los otros no pueden medirlos; los demás sólo ven resultados. Están de observadores lejanos y objetivos. Y creen que pueden sentarse a juzgar y a poner en balanzas: si el resultado ha sido bueno, es que se esforzó, caso contrario, no hizo lo suficiente. ¿Quienes son ellos para decidirlo? Quizás y hayan pasado por la misma situación o similar, pero eso no implica que entiendan, porque cada persona es diferente y no todas aprenden de la misma forma.

Y bien, todo esto pasa. Con el tiempo uno aprende a no escuchar a aquellas voces que proclaman su apoyo incondicional, cuando la realidad es que, ese apoyo se limita a la comodidad de quien lo brinde, porque nunca esperan que uno les vaya a pedir más de lo que pueden dar sentados cómodamente en un sillón.

Llegará el día en que todo eso acabe, que por fin se llegue a la meta tan esperada; que el título, las medallas, los aplausos y el famoso cartón adornado con letras y sellos significativos para una sociedad costumbrista, llegue a las manos de quien tanto lo deseó y soñó en las pocas noches que pudo dormir tranquilo.

¿Y después de eso que? Siempre me pregunto eso. Todo ese esfuerzo, dedicación... ¿para qué? para luego ser esclavos del sistema capitalista que dice que el que más trabaje más gana y mejor está. Nos explotaremos a nosotros mismos día y noche en una empresa whatever, dando buen uso a nuestro conocimiento, sí; pero, y el tiempo para disfrutar?

Por años, me convencieron con la idea de que cuando me graduara de la universidad llegaría mi momento de disfrutar de los placeres de la vida; que mientras siga siendo una corriente estudiante mantenida por sus padres, se hace lo que ellos digan. Que cuando te gradués tendrás tu dinero, tu casa y podrás hacer tus reglas y vivir como se te de la gana. Por años, esta ilusión fue la que me hizo no dormirme sobre mis cuadernos estudiando para un exámen. Fue esa idea la que no me dejaba tirar la toalla a pesar del cansancio.

Pero después empecé a pensar: y lo que viene? Si bien es cierto, ya no tendré que desvelarme estudiando para un exámen, quizás me toque desvelarme para solucionar un problema. Tal vez ya no tenga tareas para entregar al día siguiente, pero tendré que entregar reportes, cálculos, etc. Y lo más "bonito", en clases si cometes algún error, puedes volver a intentarlo al día siguiente, pero en la realidad cuando estás a segundos de ser asesinado o ver a un amigo morir... (ok, eso fue de Harry Potter y la Orden del Fénix). El punto es que una vez afuera, todo se torna peor.

Habrá más responsabilidades y obligaciones, ya no velarás por tí mismo, sino por unos cuantos más a tu cargo. Las vacaciones ya no vendrán de 2 o 3 meses al año, sino será una semana al año a lo mucho. Ya no podrás faltar a las 7 por desvelarte por estudiar para un examen a las 10, ahora de ley tendrás que ir todos los días al trabajo, a las 8. Día tras día, la misma rutina.

Suena fatalista, pero a veces me pongo a pensar si de verdad mi vida será así cuando salga de la universidad. No quiero ser una de esas que se pasan de 8 a 6 trabajando, con media hora de almuerzo a la 1 y que salen de vacaciones una vez al año. Todo por ganarse un bendito sueldo para vivir... "trabajar como negro, para vivir como perro"

¿Por qué nos criaron con una mente cerrada y una visión de un sólo camino por seguir? Nos metieron en la cabeza el miedo a escoger una carrera artística o simplemente diferente, porque así nos vamos a morir de hambre, porque de eso no se puede vivir, porque tienes que escoger una profesión que te sirva para ser alguien en la vida...

A veces me gustaría saber que tengo otras opciones. Que un día podré coger mis cuatro teleras y largarme lejos, conociendo lugares y gente nueva... conociendo culturas diferentes y disfrutar de la vida en el mar, en las montañas, en el desierto. Tomar un carro y recorrer mil lugares, trabajando con gente en lugares donde se necesite realmente...

Quizás, quizás... quizás si pueda hacerlo... quizás una parte de mi profesión me lleve hasta allá. Siempre que no siga con las ataduras antes impuestas por aquellos que prometieron dejarme ser libre, pero que nunca fue así...

**Siempre has soñado con poder salir de tu cárcel de cristal (...) Hoy tus barrotes que hacen tu prisión son el miedo a fracasar, son invisibles, son disfraces con el que adornaron tu hogar.

**Canción de Mago de Oz.